domingo, agosto 30, 2009

Guillermo C. Aquino/Dos poemas

La espera

Después de ti, la nada,

Desviviéndose Dionisio

En la plaza de las muertes,

Donde las bombas atómicas

Son besos amorfos en la oscuridad del día.

Del silencio que me persigue,

De la soledad en la que vive Venus,

De la nada, después de mí,

Inseguridades del cuerpo

Del alma en el infierno.

Difícil de distinguir, amor o poesía,

Laberintos mentales que devoran la calma

¡Que devoran! Este quebrado corazón,

Que asesinan mi paciencia, todo yo,

Y he de estar aquí, en el mismo lugar.

Para cuando Venus voltee la sal habrá cubierto sus ojos,

Y he de llorar por su repetida ceguera,

He de llorar porque no vuelve a mirarme,

A descubrir alambres de púa en mi corazón.

Y he de estar aquí junto a Dionisio,

Esperando un nuevo adiós.


Olvido I

Del serpentear de mi cuerpo en el tuyo,

Del llorar en tus mejillas,

De la poesía que no escapó de la habitación,

De nada me olvido.

Del olor a lujuria de tu piel,

De tus pies al viento,

De tus pinturas no descubiertas,

De nada me olvido.

Si he de olvidarme de algo, será

Del tiempo inundado de sangre,

Del olor a muerto en tu cama,

Del olvido que sufrí en tus labios.

De las invitaciones a la cueva encantada,

De tratar de ver hadas,

De inundarme los ojos con tus sonrisas,

De nada me olvido.

Si he de olvidarme de algo, será

De que algún día fuimos humanos.


Por Guillermo C. Aquino (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca). Tiene 22 años.

sábado, agosto 15, 2009

PAvel Juárez Urbina/Tres poemas

A veces en las noches

A veces en las noches me dan ganas de estar solo
con mi cigarro prendido y mi comezón en los pies.
A veces ando busca que busca la soledad entre todas estas cosas:
en la luz triste de tus ojos, en estas rodillas frías.
Es curioso cómo se busca la soledad y se termina
hecho un tonto, con la cara larga, durmiendo despacio.
Me pregunto si se puede estar solo. Pero de veras solo.
......Sentir eso
que dicen que sienten los que buscan y las mujeres
......embarazadas,
las plumas de los pájaros, las señoras quedadas.
Al final, puede ser que la soledad no exista, o que existo
demasiado.
Puede ser que esté en algún cuarto, sola, pobrecita,
esperando.


Por las tardes vienes

Por las tardes vienes,
me envuelves en el manto largo de tu aliento
y comienzo amar tus anchos ojos,
esos tus pies claros que siempre me cuentan algo,
ah, el mundo blanco de tus sueños,
ah, la flor del pubis descubierto.

Luego te vas como la hora del espanto,
como si no te importara, no demasiado,
trato de sobrevivirte como a un árbol quemado,
pero cae el mismo viento helado
que me arrebata de tus labios
y mis dedos náufragos en vano
te buscan en el aire solitario.

Ya se, no sirve mi reclamo, nunca harías caso,
soy tu martirio, un bulto pesado.
Te busco como un niño perdido,
en un rincón encuentro tu recuerdo marchito
y me quedo solo, solo en el olvido.


Carta a dios I

Sucede que no te das cuenta,
no pones mucha atención, no te fijas bien.

No soy yo, eres tú quien dejo de creer,
eres tú, que no contestas,
que se ahorra todo el tiempo,
que no habla, que perdona a diestra y siniestra,
improvisando noches para confundir tu impunidad,
frágil, temperamental.

En qué mentira dormirás.
En qué cuento te escondes ahora.
Nadie esta aquí, no hay nadie, nada hay aquí.

Qué se supone que haga yo,
ir a buscarte al lugar de siempre,
sentarme en tu mesa, embriagarme,
apostar a la casa y reír de mi pobre suerte.



Pavel Juarez Urbina (Ciudad Juarez, 1981) estudió Ciencias Políticas en la UACH. Es periodista de radio y escribe desde hace poco. Ha publicado en las revistas Casa del Tiempo, Versoados, Solar (editada por el gobierno de chihuahua). Pronto será integrado al catalogo de artistas y creadores de Chihuahua. Obtuvo la mención honorifica en el I Premio de poesia breve Harawiku, Barcelona.

jueves, agosto 06, 2009

Agustín Fernández Mallo/Un poema sin título

Hay una aparente paradoja en todo esto:
el agua es transparente pero oscurece la ropa,
hacemos cola en el fast food
(graffiti-comida), nos gusta la Nocilla,
el café aguado, el aire
que revuelven tus dedos y no vuelve, la vista
de la calle a través del cristal manufacturado.
Nos gusta lo que, existiendo,
no existe,
comprar camisetas blancas y zapatos caros,
silbar aquella canción de Roxy
fue la señal, nos gusta, sobre todo,
pensar el cielo en la tierra,
saber que tenemos razón para que
nos traiga sin cuidado tenerla.
Nos gusta comprar discos repetidos
de Esplendor Geométrico, vivir
una manzana más abajo de la cabeza de Newton,
(llovió y no quiero secarte el pelo, árbol de navidad de agua)
nos inquieta la pregunta: por qué los aviones
toman tierra y no derrapan, por qué los libros
son más altos que anchos, por qué el amor
(solución de una ecuación irresoluble) finge
su existencia.
Sabemos que el firmamento es cavidad resonante
de mensajes que se perdieron, y de aquellos que nos llegan
el emisor ha muerto. Sabemos la contradicción
de guerra humanitaria, que gana
quien derrama más sangre y después escucha
(graffiti-concierto) a Bach en los escombros del patio,
yo mismo a veces creo haber defraudado tanto
que me entregaría al cuerpo de cualquiera,
a lo que es pura ruina y carencia
y como el agua oscurece.
Me muero por piratear esta noche
los 50 gigabytes de tus pezones,
y qué más da Punk No Dead que Opus Dei Forever
si te imaginas que al final el cielo fuera sólo un anuncio
de papel Albal nos tararea Sr. Chinarro
en la ranura de tu sexo. Hay una aparente paradoja
en todo esto: envasado al vacío nos vendemos tiempo.


Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) ha publicado los libros de poemas Carne de pixel y Joan Fontaine Odisea -al que pertenece este poema- (La Poesía, señor hidalgo.2005) y los libros yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001), Creta Lateral Travelling, Nocilla Dream (Candaya, 2006 ) que ha sido considerada en algunos medios la mejor novela de 2006 y Nocilla Experience (Alfaguara, 2008). Es muy probablemente el mejor escritor joven español, de menos el mejor poeta.